La Medicina Medieval


Los Médicos

Si nos enfermásemos en la Edad Media tendríamos tres posibles destinos, que variarían dependiendo del tipo de especialista que nos toque:

  • Los doctores: Irónicamente caer en las manos de un doctor medieval era lo peor que podía ocurrirnos, ya que éstos se basaban en amuletos y oscuras teorías relacionadas a “sobrantes de cuerpo” que llevaban a amputaciones o drenados de sangre groseros e innecesarios que, consecuentemente, terminaban en la muerte del paciente.
  • Monjes: Ser tratados por un monje era más bien esperar a que nuestras auto-defensas corporales nos salvaran de morir. Aunque un plus radicaba en que los monjes ofrecían comida y reposo al paciente, lo que en gran parte de las enfermedades “mortales” de la época (gripe, resfríos, etc) era lo suficiente como para curarnos.
  • Herborístas: Llamativamente, eran lo mejor que podría tocarnos. Basados en los conocimientos empíricos dejados por los Griegos y Romanos de las plantas y los animales, se dedicaban a realizar “pócimas” que, algunas veces, lograban recuperarnos.

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 ¿Qué se creía?

Existían dos tipos de teorías acerca de las enfermedades:

  • La creencia religiosa: Se pensaba que la enfermedad era un castigo de Dios (algo heredado de los Romanos, quienes atribuían las enfermedades a enojos de los distintos Dioses Olímpicos).
  • La escuela Hipocrática, o de “los 4 humores: Los humores, originalmente, no eran emociones sino que eran los fluidos del cuerpo. Como se creía que cada humor era responsable de otorgarle alguna de las emociónes a la persona se entendía, entonces, que el correcto balance de estos “humores” era la llave a la buena salud. Lamentablemente esta teoría llevaba a que los “médicos” pensaran que en una persona existían “excesos de humor” ocasionando prácticas de drenado del o de los líquidos en cuestión. Esta teoría tenía una aceptación muy grande entre los “científicos” ya que se basaba en las cosmogonías generadoras del Universo, o los elementos: Sol (Fuego), Tierra, Agua Aire. Veamos una lista de cada humor y que emoción contenía:

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De esta manera, si una persona tenía fiebre y sudaba mucho (calor y humedad) instantáneamente se pensaba que tenia un exceso de sangre, por lo que se procedía a drenarle parte de este tejido líquido. O también, por ejemplo, si una persona tenía problemas mentales y era agresiva, se creía que ésta padecia de un exceso de bilis amarilla (y ya se pueden imaginar lo mal que la iba a pasar). Como podemos ver era mucho mejor que nos tocara un monje o un herborísta que un doctor.

2 comentarios

  1. Me recuerda a las meigas. Aún existen hoy en día, de hecho, las meigas «buenas», entre otras cosas, son herboristas. Estas prácticas son muy frecuentes y más gente de la que se piensa recurre a estas personas para ver una luz en su camino; he de decir, además, que los resultados son muy satisfactorios. Mezclan una serie de rituales espirituales invocando, supongo, al sagrado espíritu. Es digno de ver y no resulta para nada indiferente. Produce mucho respeto. Simplemente me refiero a lo que he presenciado y reconozco que con una mentalidad científica es extraño aceptarlo. Es, en definitiva, asombroso.

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