La sarissa


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El historiador Diórodo Siculo (90 – 27 a.C.) atribuyó a los primeros meses del reinado de Filipo de Macedonia la renovación de la falange con la introducción de la sarissa, una pica de 5,5 metros de largo y un peso de entre 5, 5 y 6,5 kg, con una punta de hierro de 50 cm de largo y regatón metálico. Debido a su gran tamaño, generalmente la sarissa se deividía en dos o más partes que se ensamblan gracias a zunchos de metal cuando se creía necesario. Se empuñaba a dos manos y podía apoyarse contra el flanco, en horizontal al suelo. Puesto que la falange estaba dispuesta en más filas, probablemente se manejaba según la profundidad de las filas. Sujetas derechas con la punta hacia arriba, las sarissas se bajaban, las de las primeras 6 filas, todas de una sola vez en el momento de contacto con el adversario, que de esta manera se encontraba de frente con una barrera de hierro que avanzaba. La sarissa continuó empleándose en los ejércitos sucesorios de Alejandro Magno al menos hasta la batalla de Pidna (168 a.C.), que marcó el declive de la falange frente a la legión romana.


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Todas las puntas de la sarissa son de hoja con nervio central, tanto por el tamaño total como por el cuello y el collarín (siempre cilíndrico), y la tipología de la punta y las costillas. Tenía función de estoque con efecto perforador. La primera de la derecha está tomada de una punta encontrada en la tumba de Filipo II se Macedonia en Vergina —Macedonia Central— en 1977, y mide unos 51 cm.


 BIBLIOGRAFÍA

Atlas ilustrado de Armas Blancas. Editorial Susaeta.

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