El Lithobolos: El Lanzapiedras de Alejandro Magno


El resultado del nacimiento de las primeras máquinas de torsión, supusieron una revolución tecnológica tan significativa como la propia aparición de la catapulta. Las nuevas máquinas tenían una mecánica totalmente diferente a las de “no torsión” y utilizaban la torsión de haces de tendones, crines o cabellos humanos alrededor de bastidores de madera.

Hoy en día es muy difícil saber qué clase de tendones y de qué animales eran los más fuertes y elásticos para su empleo, aunque se piensa que, en ningún momento, se utilizarían solos, sino mezclados con pelo animal o humano, de modo que se asegurara su cohesión. La zona de los tendones animales que mejor serviría para estos propósitos sería la correspondiente a los hombros de bueyes y a los tobillos de caballos.

El arco de las máquinas anteriores fue sustituido por dos armazones de madera, dentro de los cuales se hicieron sendos agujeros en su parte superior e inferior y se instaló un ovillo de cuerdas de tendón trenzadas. Los marcos se sujetaron de forma fija, añadiendo madera para dar rigidez al conjunto.

Un brazo de madera se insertó a través del paquete de tendones, dejando la parte más gruesa en el lado interior y cuyos extremos se unían por una cuerda de arco. Cada brazo se sujetaba por las cuerdas de su resorte, ya que la tensión se aplicaba con dos palancas. Pronto se consiguieron marcos más resistentes, gracias al ensanchado de los travesaños y a la colocación de agujeros en cada uno de ellos. Las palancas para torcer el tendón se colocaron sobre los agujeros y podía enroscarse la cuerda a través de estos “agujeros-portadores”. Sin embargo, uno de los problemas radicaba en que, tras ser disparada muchas veces la máquina, los resortes dejaban de estar en posición central y se clavaban en la madera, llegando a hacerlas inoperativas. Este problema se solucionó con la introducción de arandelas.

El núcleo de las catapultas de torsión era un bastidor de madera, de forma rectangular con dos largueros y cuatro postes. Junto a cada extremidad de los largueros se ubicaba un orificio (foramen), tanto en la parte inferior como en la superior, que servía para alojar los dos muelles de cuerda. En cada uno de esos orificios se situaba un modiolus (cojinete cilíndrico y hueco construido en bronce) con un epizygis (pequeña barrita de hierro), que lo atravesaba diagonalmente y que se encajaba en las muescas de su parte superior.Lithobolos

Así los ingenieros de Alejandro Magno diseñaron el Lithobolos o ballista de torsión para lanzar piedras. Se trataba de una máquina que, utilizando el sistema de torsión, lanzaba piedras de entre 3 y 58 kilos de peso, aunque Filon sugiere que las piedras ideales para esta máquina estarían en torno a los 4 kilos. La potencia de esta nueva máquina y su capacidad de fuego provocaban que, al lanzar proyectiles sobre un determinado punto, pudieran incluso dañar las murallas.

Un papel muy significativo dentro de los combates navales era el desempeñado por las piezas de artillería. Su principal función era sembrar el desconcierto entre las formaciones enemigas, tratando de dejar inutilizadas la mayor cantidad posible de embarcaciones, aunque no lograran hundirlas. En el caso de los lithobolos, se empleaban para desarbolar las velas y romper los mástiles de las naves. Incluso las piezas de artillería de grandes dimensiones, con un solo proyectil podrían dañar irremediablemente un barco, conduciendo a su hundimiento. Las máquinas de menor calibre funcionaban como arma antipersonal para abatir a los infantes de marina y remeros. La pérdida de éstos últimos incidiría notablemente en la capacidad de maniobra de la embarcación.


BIBLIOGRAFÍA

Artillería y Poliorcética en el Mundo Grecorromano. Rubén Sáez de Abad. Ediciones Polifemo.

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