La terrible Cicuta


Planta de la familia de las umbelíferas de unos dos metros de altura, con tallo rollizo, estriado, hueco, manchado de color purpúreo en la base y muy ramoso en lo alto. Tiene hojas blandas, fétidas, verdinegras, triangulares y divididas en gajos elípticos, puntiagudos y dentados. Sus flores son blancas y pequeñas, y su semilla negruzca menuda. Su zumo es venenoso y se usa como medicina: Sócrates recurrió al zumo de la cicuta para envenenarse.

Cicuta

Aunque su aspecto recuerda al inocente perejil o al hinojo, la planta de la cicuta puede tener efectos letales. Por fortuna, su pestilencia, que recuerda a la orina, nos permite distinguirla de las dos citadas. Por lo demás, se parecen mucho.

Sus poderes sedantes hicieron de ella un buen remedio tanto en la medicina egipcia, como en la griega, donde se aplicaba pulverizada y mezclada con grasas animales para calmar heridas, efectuar intervenciones quirúrgicas… El problema, como suele suceder con este tipo de sustancias, es la dosis suministrada.

Efectivamente, la cicuta calma debido a la presencia en el vegetal de alcaloides, que embotan los sentidos, especialmente la coniina. Dicho alcaloide primero activa los receptores del sistema nervioso, lo cual produce una ligera excitación, y después seda rápidamente o causa la muerte.

Teóricamente, la cicuta produce una muerte dulce y plácida, sin violencia, al que que se supone que estaba reservado a personajes relevantes. Sin embargo, es importante un detalle: cuando el organismo ya está paralizado y respira con dificultad, la conciencia todavía está activa y no se pierde hasta el último momento. Seguramente, por ello los etíopes recurrían a dicha sustancia para administrársela a sus gobrenantes y reyes, que, llegados al final de sus días, eran ayudados a morir con el bebedizo de la cicuta, con el que podían dictar cualquier voluntad hasta el último momento.


BIBLIOGRAFÍA

Los misterios de los venenos. Pedro Palao Pons. Editorial De Vecchi

http://www.enciclonet.com

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