Reseñas del Autor: Cuando Salí de Cuba


Como costumbre adquirida hace muchos años, cuando trabajaba en el mundo de la consultoría, cada vez que viajo en avión suelo comprar un libro de bolsillo. Durante todos esos años de idas y venidas he ido acumulando innumerables novelas de todo tipo. El pasado mes de julio, en un viaje de trabajo a La Haya, adquirí un ejemplar de «Cuando salí de Cuba», más por la fama del libro y porque me «sonaba» el título que por cualquier otro criterio a la hora de seleccionar la lectura. La experiencia de compra, como en otras ocasiones, buscaba acompañar el trayecto con una obra distinta y, en este caso, me dejé guiar por la intuición más que por un análisis detallado.

La primera impresión al leer la sinopsis fue la de estar ante una novela de espías, situada en una época en la que Cuba se vio absorbida por el comunismo, después de las atrocidades de Batista. El ascenso al poder de JFK, la crisis de los misiles y los primeros compases de la Guerra Fría en los años sesenta parecían el telón de fondo perfecto para una intriga política. Sin embargo, a medida que avanzaba en sus páginas descubrí que no se trataba de eso, sino de una novela romántica que narra la historia de una muchacha con aires de revolucionaria que termina enamorándose de un conocido senador estadounidense. Este giro respecto a lo que imaginaba condicionó mi lectura desde el inicio.

La familia Pérez me trae a la memoria a una conocida familia de mi pueblo. Nada tiene que ver, por supuesto, con la de la protagonista de la novela, y el comentario no deja de ser anecdótico, aunque inevitable. Me recordó a «Las Pérez». Dejando al margen estas asociaciones personales y centrándonos en la novela, es evidente que no encaja del todo con el tipo de libros que suelo leer o que prefiero. Ahora bien, eso no significa que sea una mala obra ni que esté mal escrita. Al contrario, la considero una lectura amena, ágil y bien estructurada. Lo que sí se echa en falta es que, al situarla en la época y el lugar que describe, no consiga transmitir al lector el peso real de las dictaduras de Batista y de Fidel, ni la gravedad de la crisis de los misiles, el asalto de Bahía de Cochinos o el asesinato de Kennedy. Todos esos sucesos históricos se presentan como ruido de fondo, como algo mencionado en el telediario, presente pero distante, sin calar verdaderamente en la trama.

La narración comienza con la huida desesperada de la familia Pérez tras la llegada de Fidel Castro al poder y la instauración del comunismo en Cuba. Se trata de una familia acomodada con negocios vinculados al motor económico de la isla hasta entonces: el azúcar. La muerte del hermano mellizo de Beatriz durante la revolución marca de manera indeleble a la protagonista y alimenta su sed de venganza. Esa necesidad de ajustar cuentas con el asesino la impulsa, con apenas 22 años, a involucrarse con la CIA en un intento fallido de derrocar el régimen totalitario, o mejor dicho, la dictadura de Fidel Castro. Este hecho condiciona buena parte de las decisiones que toma a lo largo de la historia.

La vida superficial de las cuatro hermanas en Florida, incluida la protagonista, constituye otro de los elementos más llamativos de la novela. Se describe cómo la aristocracia estadounidense en Palm Beach lleva un estilo de vida marcado por un invierno repleto de eventos sociales y un verano en el que todos regresan a sus lugares de origen, quedando la zona prácticamente vacía. Un escenario difícil de imaginar en la actualidad, en tiempos de turismo permanente. El padre de Beatriz lucha por reconstruir parte del imperio perdido en Cuba dentro de una sociedad completamente diferente, mientras que la madre centra todos sus esfuerzos en asegurar el futuro de sus hijas mediante matrimonios ventajosos durante la temporada de fiestas. Las dos hermanas mayores logran ese objetivo; Beatriz, en cambio, continúa marcada por la revolución y la muerte de su hermano; y la pequeña, María, crece ya en un entorno totalmente distinto, siendo la única que puede considerarse realmente «americana».

Beatriz es un personaje femenino al que todos intentan utilizar de un modo u otro, ya sea por su belleza, por el prestigio de su apellido o porque todavía representa un linaje que sobrevive gracias a las rentas. Lo más destacable de la obra es la forma en que se describen sus sentimientos hacia el hombre del que se enamora perdidamente y que, a su vez, siempre ha estado locamente enamorado de ella. Esta intensidad emocional, narrada con detalle, constituye uno de los puntos fuertes de la autora y un aspecto que pocas veces había encontrado con tanta claridad en una novela de este estilo. La historia de amor se convierte, así, en el verdadero motor de la narración.

La autora, Chanel Cleeton, nació en Florida y creció escuchando las historias del exilio cubano. Su obra más reconocida es «El próximo año en La Habana», que alcanzó la categoría de best seller. Estudió Relaciones Internacionales en Inglaterra y completó un máster en Política Internacional, lo que evidencia su interés por la geopolítica. Además, como ocurre con escritores que ya han consolidado su carrera, posee el grado de Doctora en Derecho por la Universidad de Carolina del Sur. A la luz de estos datos, se entiende de dónde procede la temática recurrente de sus novelas y, posiblemente, también la manera en que refleja las relaciones personales y la diáspora cubana. Basta con indagar mínimamente en su trayectoria para comprender mejor su perspectiva y la forma en que transmite emociones a través de sus personajes.

En conclusión, aunque no le otorgo una calificación alta, considero que se trata de una novela amena y fácil de leer, con una historia de amor bien narrada y un trasfondo que, aunque flojo, está correctamente situado. La decepción principal surge al advertir que, bajo la apariencia de una novela de espías y conspiraciones que podrían haber dado juego a una trama política vibrante, lo que se ofrece es un relato romántico con menos profundidad de la esperada. La relación con el senador Preston podría haber sido el eje para desarrollar mayores giros argumentales. Igualmente, los encuentros con Dwyer, el agente de la CIA, así como la amistad con Eduardo o las tensiones con su familia, habrían permitido enriquecer la obra y convertirla en una gran novela. Sin embargo, la autora optó por centrarse en el romance, dejando de lado un contexto que daba para mucho más. Es una pena que, con tanto potencial, la historia termine reducida a una narración romántica, cuando podría haber alcanzado una mayor trascendencia literaria.

VALORACIÓN 5/10

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