Personajes Históricos: Francisco de Cuellar, un «héroe» de mal llamada Armada Invencible


Hoy he querido relatar la historia de un hombre desconocido para nosotros, al menos para todos aquellos que vivimos en la península ibérica y olvidamos nuestra propia historia, ahogada y ensombrecida por todos esos grandes personajes de antaño, de origen inglés, francés o de cualquier otra nacionalidad. Tanto es así, que si le preguntas al más instruido en temas de la historia de los siglos XV y XVI (un periodo que por otro lado parece que no ha tenido lugar), es probable que no le suene el nombre de Francisco de Cuellar. Y es que yo me lo encontré por casualidad en las redes sociales y me llamó la atención que fueran a hacer una película sobre está figura histórica. Pero ¿Quiénes van a rodar un film sobre él? Los irlandeses…

¿Sorprendente?, para nada… Los que más saben sobre la historia de aquí son los extranjeros: ingleses, irlandeses, americanos (Aquí englobo a todos los países del contienente…), etc.

El siguiente cartel es una muestra de ello, es el retrato de lo sucedido en aquellos días de 1588, pero tratado como si fuera una atracción histórica, algo impensable aquí a no ser que aparezca en alguna serie famosa como San Juan de Gaztelugatxe:

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Hoy los irlandeses, mucho más preocupados que nosotros por mantener viva la historia de aquellos marinos olvidados de la Armada Invencible, tienen habilitada y señalizada una ruta para recorrer en coche o en moto el camino que anduvo el Capitán Francisco de Cuéllar y que comienza en el pueblo de Grange (el pueblo que conmemora todos los años un homenaje a los náufragos de la Armada Invencible).

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Mapa de la ruta de Francisco de Cuellar

Francisco de Cuéllar.

Nada se sabe de cuando nació el capitán Cuellar, aunque se cree que fue en torno 1563 ya que en una de sus narraciones afirma que sirvió desde que tuvo edad para ello. De su lugar de nacimiento hay varias hipótesis: por un lado, está la versión más extendida en la que Francisco de Cuellar nacería en la localidad riojana de Arnedo, cuya patrona es la Virgen de Hontanar, única con esta denominación y a la que el capitán prestaba especial devoción, mencionándola en muchos de sus escritos; otra creencia es la de su origen segoviano, ya que su apellido es el mismo de la localidad del mismo nombre.

 

Por otra parte, de acuerdo con las investigaciones de Rafael M.Girón Pascual («El capitán Francisco de Cuéllar antes y después de la jornada de Inglaterra«), hubo un tal Francisco de Cuéllar, nacido en Valladolid y bautizado el doce de marzo de 1562 en la parroquia de San Miguel, que hipotéticamente podría ser el mismo Cuéllar autor del escrito. Incluso se le ha otorgado un origen leones o extremeño, pero no hay suficientes pruebas documentales que atestigüen su origen.


Su carrera militar fuera de la Armada Invencible.

De lo que si se tiene certeza es de su extensa carrera militar, pues, en la cédula que despachó en 1585 a Antonio de Eraso, secretario de Indias y de Guerra de Felipe II, dejó constancia de que «ha sido soldado de V. Mag. desde la edad y tiempo que lo pudo ser». Las primeras noticias de Francisco de Cuéllar de su servicio en el ejército, llegan del año 1581 en Portugal, participando en la unión del país a la corona española, después de la cual pensó embarcarse rumbo a Flandes.

No obstante, se le presentó la oportunidad de ascender en el escalafón y se unió a la expedición de Diego Flores de Valdés y Pedro Sarmiento de Gamboa a las aguas australes de sudamérica, hacia el cabo de Magallanes. Siendo capitán de infantería española en la fragata Santa Catalina. El Consejo de Indias le ofreció el mando de una compañía de infantería:

«lo cual aceptó aunque otros no lo quisieron por los manifiestos peligros y trabajos que en la dicha jornada se ofrecían».

El viaje duraría hasta el año 1584 y llevaría a Cuéllar hasta Fuerte de Paraiba en Brasil para desalojar a los colonos franceses que se  habían apoderado de la zona. Cuéllar fue uno de los afortunados que regresó de la expedición, aunque maltrecho y arruinado. Pronto entró al servicio de Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz, y le fue entregado el mando del galeón San Pedro. A bordo viajaban 90 marineros y 184 soldados. Antes de participar en la empresa contra Inglaterra dentro de la escuadra Castilla, se interno en una expedición hacia las Azores y su buque lucho en las batallas más importantes contra la armada inglesa, como en Gravelinas. Según relata:

«El galeón San Pedro, en que yo venía, recibió mucho daño, con muchas balas muy gruesas que el enemigo metió en él por muchas partes, y aunque se remediaban luego lo mejor que podía ser, no dejó de quedar algún balazo encubierto, de suerte que por allí hacía mucha agua».

Unos días después del duro combate, el San Pedro rompió la formación sin órdenesde su capitán que reaccionó tarde. Cuéllar fue arrestado y llevado ante un consejo de guerra donde fue condenado a muerte en la horca:

«Por mis grandes pecados, estando yo reposando un poco, que había diez días que no dormía ni paraba por acudir a lo que me era necesario, un piloto mal hombre que yo tenía, sin decirme nada, dio velas y salió delante de la Capitana cosa de dos millas, como otros navíos lo habían hecho, para irse aderezando».

Siguiendo los trámites reglamentarios, Cuéllar fue enviado al galeón San Juan de Sicilia, para que el Auditor General Martín de Aranda ejecutase la sentencia. Sin embargo la sentencia no llegó a efectuarse y no pudo regresar a su buque porque se desató un fuerte temporal:

«Quédeme en su nao e«»n la cual fuimos pasando todos grandes peligros de muerte, porque con un temporal que sobrevino, se abrió de suerte que cada hora se anegaba con agua y no la podíamos agotar con las bombas. No teníamos remedio ni socorro ninguno, sino era el de Dios, porque el duque [Medina Sidonia] ya no parecía y toda el armada andaba desbaratada con el temporal».


Las aventuras irlandesas del capitán: The Cuellar´s Trail.

El 21 de septiembre de 1588 el barco donde iba embarcado el capitán Francisco de Cuellar, la Lavia, junto otros dos más. La Santa María del Visón y la juliana.

Según cuenta Cuéllar:

«el mar se alzó como para tocar el cielo y embistió a las tres naves contra la costa, de tal manera que el espacio de una hora los tres barcos quedaron despedazados, ahogándose más de mil hombres, entre ellos mucha gente principal, capitanes y caballeros».

Para los pocos marineros que sabían nadar, no siempre estar en un barco en alta mar implicaba nadar, fue lo que diferenció a los que sobrevivieron al naufragio y los que no. En la playa los irlandeses,desnudaban y robaban a los náufragos, mientras que las tropas inglesas que ocupaban Irlanda se dirigían a toda prisa a la costa a rematar a los supervivientes.

Cuéllar resultó herido en las piernas en el momento en el cual los navíos se hundieron y, a pesar de ello, logró alcanzar la orilla, para después esconderse y pasar la noche al raso. Al día siguiente, encontró refugio en un viejo convento abandonado.

Streedagh Beach | Sligo Walks

La pequeña abadía de Staad Abbey, se encontraba a poca distancia de la playa de Streedagh, lugar en donde se produjeron los hundimientos. El monasterio había sido abandonado por los monjes debido a las fechorías del ejército inglés; las imágenes de los santos habían sido quemadas y doce españoles colgaban ahorcados de su techo.

Sin comida y herido decidió intentar volver a la playa donde se topó con dos hombres ensangrentados y desnudos, Alonso y Baltasar, marineros de la Santa María del Visón. La playa se encontraba repleta de cadáveres, llegando a contar más de cuatrocientos, e incluso llegaron a dar sepultura a algunos de ellos. Al ver la estampa, varios irlandeses se apiadaron de ellos y les indicaron una ruta de escape, pero el capitán no pudo seguir el ritmo de sus compatriotas por causa de sus heridas y se quedó solo.

Desde una colina divisó unas chozas de paja, para las que debía de llegar atravesando el fondo de un valle boscoso. Se dirigió a ellas cuando cuatro personajes le abordaron:

«Un salvaje viejo de más de setenta años y otros dos hombres mozos con sus armas, el uno inglés y el otro francés, y una moza de edad de veinte años, hermosísima por todo extremo, que todos iban hacia la marina a robar».

Los soldados acuchillaron al capitán en la pierna derecha y lo desvalijaron, su cadena de oro y unas reliquias que portaba en un pequeño escapulario. Luego lo llevaron a una cabaña vecina, donde el anciano y la joven curaron sus heridas, le dieron de comer leche, manteca y pan de avena, y le aconsejaron que se dirigiese a las montañas del interior, donde se encontraba el castillo de Brian O’Rourke, uno de los nobles gaélicos más importantes de Irlanda, católico y en guerra contra los ingleses.

West Breifne - Wikiwand

Cuando emprendieron el viaje, se toparon con ciento cincuenta soldados ingleses que volvían de Streedagh cargados de botín, pero el mozo que guiaba a Cuéllar logró hacerles creer que el español era prisionero de un oficial inglés al que, supuestamente, servía.

El capitán Francisco de Cuéllar, a pesar de llamar “salvajes” a los irlandeses, siempre tuvo claro que su encuentro era mucho mejor que el encontrarse con los ingleses. Los salvajes irlandeses robaban, pero solían dejar a sus víctimas vivas y a su merced. Ahora bien, con este pobre bien se ensañaban, pues en la ruta que debía seguir para intentar ser ayudado fue de nuevo asaltado por otro grupo de irlandeses que lo molieron a palos y lo dejaron en cueros y helado de frío.

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Después de dos días de caminata renqueante, durmiendo en cuevas y vestido con helechos y paja divisó un lago, el lago Glencar y en su orilla unas cabañas abandonadas. Allí se encontró con tres españoles supervivientes de un grupo de once náufragos y una cena a base de bayas y frutos del bosque:

«Yo les dije que era el capitán Cuellar; no lo pudieron creer porque me tenían por ahogado, y llegáronse a mí y casi me acabaron de matar con abrazos».

Los cuatro españoles se dirigieron juntos hacia el territorio de O’Rourke, no sin antes recibir auxilio de unos irlandeses católicos que cuidaron y curaron a Cuéllar de sus heridas. Deprimido y agotado en extremo, Cuéllar se mantuvo casi inconsciente durante toda una semana cuidado por estas almas caritativas. Sus compañeros, temerosos de encontrarse con tropas inglesas, se adelantaron en el camino dejándolo al cuidado de esta familia irlandesa.

Briand O’Rourke tenía por entonces a más de setenta supervivientes de los naufragios de la Armada Invencible en Irlanda , la mayor parte de ellos heridos y apenas vestidos. Las noticias de que el galeón Girona iba a su rescate provocó la partida de algunos españoles hacia la costa. Cuéllar, a pesar de intentar llegar hasta él, no pudo hacerlo por su extrema debilidad. Sin embargo, el Girona fue azotado también por el temporal y después de recoger a varios náufragos, se hundió en las profundidades, arrastrando a mas de doscientas almas con él.12e62db8ea59efb9c949d81bea7db617

Después de entrarse de las trágicas noticias del Girona, Cuéllar se encontró con un católico irlandés que, siendo clérigo, le permitió entenderse con él en latín, lengua que Cuéllar dominaba. Le indicó como dirigirse de nuevo a territorio dominado por señores beligerantes de los ingleses y hacia allí partió. Pero la desgracia continuó cabándose con él, es apresado por una pareja que lo encadena con el propósito de hacerle esclavo en su herrería.

Permaneció allí esclavo casi dos semanas, hasta que el clérigo que le había ayudado pasó casualmente por la herrería y, recriminando su actitud al herrero mandó al día siguiente a un grupo de gente mandados por MacClancy (uno de los señores irlandeses que ayudaba a los naufragados). Entre los que acudieron en su socorro había también un español llamado Salcedo, que había naufragado en la costa de Donegal y que viendo como el herrero se disponía a martillear en la cabeza a Cuéllar para evitar su rescate, seccionó la yugular del maldito herrero mientras exclamaba un castizo: «Suelta el martillo, hideputa».494509679_2fb34041ea_b

Tras diversos avatares, acabó en el castillo de Rosclogher, que pertenecía a otro noble gaélico católico, MacClancy. Allí se encontró con otros ocho compatriotas rescatados por el señor del castillo. Cenaron carne de vaca, cabrito, manteca de cerdo, pescado asado, bayas, leche agria, pan de avena y «una bebida turbia y áspera, con sabor a hierbas amargas». La cerveza fue una de las alegrías de aquel viaje para el capitán. Allí decidió permanecer hasta que hallase el modo de salir de Irlanda. Así, cuenta que «me estuve tres meses hecho propio salvaje como ellos», y se convirtió en el pasatiempo predilecto de los habitantes del castillo. Según explica:

«La mujer de mi amo era muy hermosa por todo extremo y me hacía mucho bien, y un día estábamos sentados al sol ella y otras sus amigas y parientas; preguntábanme de las cosas de España y de otras partes, y al fin me vinieron a decir que les mirase las manos y les dijese su ventura; yo, dando gracias a Dios, pues ya no me faltaba más que ser gitano entre los salvajes, comencé a mirar la mano de cada una y a decirles cien mil disparates, con lo cual tomaban tan grande placer que no había mejor español que yo».

La presencia de los españoles entre los irlandeses rebeldes no pasó desapercibida a las autoridades inglesas. El gobernador de Connacht, Richard Bingham, envió mil setecientos soldados a asediar Rosclogher, ante lo cual MacClancy decidió huir a las montañas con su familia, su séquito y todo su ganado. Cuéllar y los demás españoles, no obstante, estaban hartos de huir:

«Apárteme con los ocho españoles que conmigo estaban, que eran buenos mozos, y díjeles que bien veían todos los trabajos pasados y el que nos venía, y que para no vernos en más era mejor acabar de una vez, honradamente, y pues teníamos buena ocasión no había que aguardar más ni andar huyendo por montañas y bosques desnudos, descalzos y con tan grandes fríos como hacía».

Los españoles eran solo nueve, armados con seis mosquetes, otros tantos arcabuces y armas blancas. Sin embargo, el castillo, a orillas del lago Melvin, estaba rodeado de agua por todos los lados salvo uno, de suelo pantanoso. Los ingleses ofrecieron paso franco hasta Escocia a Cuéllar y sus hombres. Estos lo declinaron, por lo cual los atacantes ahorcaron a dos prisioneros españoles para amedrentarlos. Tras diecisiete días de asedio, no obstante, el invierno se hizo sentir con una fuerte nevada que obligó a los ingleses a replegarse. 

MacClancy recuperó su castillo y llegó a ofrecerle a una de sus hermanas por esposa. Cuéllar, ya deseoso de volver a España declinó su matrimonio y una vida futura en tierras irlandesas y abandonó junto a cuatro de los españoles al clan McClancy, mientras que otros sus otros compañeros decidieron quedarse como guardas del señor irlandés y rehacer sus vidas en aquella comunidad.766px-invincible_armada

Era ya enero de 1589 cuando el capitán Francisco de Cuéllar y sus compañeros emprendieron camino a la región del Ulster, desde donde poder embarcar hacia Escocia, como primer paso de su ansiada vuelta a España. El 24 de enero de 1589 Cuéllar y sus compañeros llegaron hasta la Calzada de los Gigantes, los demásya habían decidido separarse de él para buscar un puerto.

Recibió cobijo en la comunidad del señor Ockan O’Cahan, en el pueblo de Castleroe, en las que unas mujeres se ocuparon de cuidarlo durante al menos un mes y medio. Después de recuperarse de sus heridas y de enterarse de que los ingleses continúan buscando a los españoles naugragados, Cuéllar decide huir hacia Escocia, llegando a realizar jornadas de treinta kilómetros.maxresdefault

Conocedor de que un obispo católico, Redmond O’Gallagher, estaba protegiendo a algunos compañeros de la Felicísima Armada, en la zona costera de la desembocadura del rio Foyle se dirigió hacia allí en busca de protección. Allí esperó durante seis días los preparativos de un barco que los debería de llevar a Escocia en una travesía de dos días.

Al fin un barco para comenzar el retorno. Embarcando en Magilligam en una tradicional barcaza irlandesa (un curragh), hecha con un bastidor de madera recubierta de cuero pero que al menos flotaba, el capitán Francisco de Cuéllar junto a diecisiete compañeros parten hacia Escocia. Era un día de principios de abril de 1589.


En Escocia

Escocia no les brindó la ayuda que ellos esperaban, los escoceses se mostraron indiferentes con ellos y no estaban dispuestos a darles ninguna ayuda. Tan sólo algunas familias nobles católicas se prestaron a ello.

Una vez que consiguieron contactar por correo con el Duque de Parma, un mercader escocés que residía en Flandes fue contratado para llevarlos a Flandes. Era septiembre de 1589, justo un año después del naufragio de su barco en la playa de Streedagh, cuando el capitán Francisco de Cuéllar embarca con destino a Flandes.Francisco-de-Cuellar7

El 22 de septiembre de 1589 los cuatro bajeles contratados por Parma para su regreso a Flandes fueron atacados por barcos enemigos holandeses. Dos de ellos fueron hundidos  cerca de Dunkerque y en el que viajaba Cuéllar naufragó en los bancos de arena de la costa. Una vez más, Cuéllar salva su vida agarrándose a un madero para llegar a la costa. Había naufragado dos veces en un año. De doscientos setenta hombres que habían sobrevivido a los naufragios de la Gran Armada perecieron en aquel momento. A su llegada a Flandes escribió una carta al rey Felipe II lo que nos ha permitido conocer todas sus peripecias. 


Sus últimos años. Un soldado.

Durante los siguientes diez años 1589-1598 luchó en Flandes, Francia y Saboya al servicio de Farnesio, Fuentes, Saboya y Mansfeld. Participando en el socorro de París  y en los sitios de Laon, Corbeil, La Capelle, Châtelet, Doullens, Cambrai, Calais, Ardres y Hulst… para  finalmente hacerlo  en Italia, en la guerra de Piamonte y Saboya.5acb9fa28cbda

Sus últimos cinco años como soldado no fueron menos ajetreados que los anteriores: en 1600, Tras la Paz de Vervins con Francia (1598), pasó a Nápoles al servicio del virrey de Lemos. En 1601, se convierte en capitán de infantería en un galeón que se dirigió hacia las islas de Barlovento (Actuales Antillas) y en 1602 se puso al mando de un galeón de la flota de don Luís Fernández de Cordoba. Entre 1603 y 1606 residió en Madrid con sueldo de oficial reformado. Su pista se pierde durante estos años y nada se sabe del lugar, ni la fecha de su muerte.


La película: «Armada 1588: Naufragio y supervivencia».

Como suele suceder con la historia de los siglos XV y XVI, la historia de España es más conocida y respetada fuera que en nuestro propio país. Al igual que sucede con la figura del capitán Francisco de Cuéllar, en irlanda su figura es mucho más conocida y su gesta ahora ha dado lugar a la película Armada 1588: Naufragio y supervivencia, dirigida por Al Butler, protagonizada por el actor Fernando Corral (Alicante, 41 años), financiada por el Departamento de Desarrollo de Comunidades Locales del Consejo del Condado de Sligo y promovida por la asociación Spanish Armada Ireland.

Todos los años la localidad irlandesa de Grange celebra a finales de septiembre un homenaje a los españoles e irlandeses caídos aquel trágico día de 1588. Los vecinos plantan 1.100 cruces en la playa de Streedaghen en su recuerdo. El municipio, incluso, ha abierto un museo de dedicado a la Gran Armada -se niegan a aceptar el humillante apodo de Invencible– que recibirá los beneficios económicos de este film.

Armada 1588: Naufragio y Supervivencia. (Duración 27 min). Disponible su descarga en SpanishArmadaIreland.com. 4,99 euros.


Bibliografía

http://www.miguelgarciavega.com/francisco-de-cuellar-de-erasmus-en-irlanda-2/

Revistahistoria.es

http://www.mitramiss.gob.es/cartaespana/es/noticias/Noticia_0133.htm

https://elretohistorico.com/capitan-cuellar-cronista-irlanda-armada-1588-inglaterra-tercios/

Revista Desperta-Ferro

https://www.armadainvencible.org/capitan-francisco-de-cuellar-ruta/

perezreverte.com

cervantesvirtual.com

Academia.edu

https://elpais.com/cultura/2020-05-22/los-irlandeses-nos-sacan-los-colores.html


Anexo

Carta de Francisco de Cuellar

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