Personajes Históricos: Leonor de Aquitania


Fue una de las mujeres más poderosas de la Edad Media. Fue duquesa, reina de Francia, reina de Inglaterra y madre de diez hijos. Sin embargo, Leonor ha pasado a la historia como una mujer luchadora, una gran estratega y mecenas de trovadores y poetas.

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Leonor de Aquitania nació en 1122 en Poitiers, un centro cultural al que muchas familias nobles de la época mandaban a sus hijos para formarse en diversas artes y obtener así la mejor educación. Así, Leonor aprendió latín, aritmética, historia y música; aprendió a montar a caballo y a jugar a juegos como el ajedrez; frecuentó trovadores y escuchó todos sus cánticos. Su abuelo, Guillermo IX de Aquitania, se le considera el primer trovador de lengua occitana y fue un personaje dado a la buena vida ya las intrigas palaciegas, mostrando poca moral eclesiástica, lo que llevó a la excomunión. Rasgos que heredó su nieta.

Gracias a este especial ambiente en el que se educó, Leonor, de caracteres extrovertidos y vitales, actuó a menudo infringiendo las normas de comportamiento vigentes para las mujeres de la época.


Reina de Francia

Guillermo X de Francia, padre de Leonor, falleció en 1137 y ella heredó el ducado de Aquitania y el condado de Poittiers, es decir, todo el sudoeste de Francia. Todo ello bajo la tutela de Luis VI, quien la casó con su hijo, también llamado Luis. Ambos, cuando se casaron, apenas tenían más de quince años. La ceremonia se celebró el 25 de julio en la catedral de San Andrés de Burdeos bajo la tutela de un gran número de personalidades.

Dos semanas después del evento llegó la muerte del rey, por lo que el esposo de Leonor accedió al trono de Francia con el nombre de Luis VII. A pesar de los esfuerzos del abad Suger, consejero de los reyes franceses, y para ampliar las fronteras de Francia, el ducado de Aquitania permaneció independiente. Los dominios del ducado suponían un tercio de la actual Francia.

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Nada más instalarse en la corte en París, Leonor impuso unas costumbres innovadoras procedentes del sur: recibió trovadores, introdujo novedades alimentarias como las confituras y las nuevas modas en el vestir como los colores vivos y los escotes pronunciados. Organizaba todo tipo de juegos y torneos en los que participaban todo tipo de caballeros venidos de Aquitania y el Poitou. Revolucionó el ambiente severo y devoto del entorno de Luis VII, quien pronto comenzó a sentir celos de los caballeros que rodeaban a su bellísima y encantadora esposa.

A pesar de todos estos aires renovadores, Leonor fue siempre considerada una extranjera en París, acusada de una sensualidad meridional que se expresaba en el refinamiento galante de su corte y que obtuvo pronto la censura de la moral religiosa de la época.


El Divorcio y la Cruzada

Leonor, junto con varios vasallos de Aquitania, acompañó a su marido en la Segunda Cruzada con el objetivo de liberar Tierra Santa. La expedición tuvo lugar entre 1147 y 1149, y muchos nobles imitaron su ejemplo y se hicieron acompañar por sus esposas y las doncellas de estas, por lo que el ejército que desembarcó en oriente contaba con más mujeres que hombres.

El refinamiento de las cortes latinas de Tierra Santa subyugó a Leonor, quien, en Antioquía en 1148, se reencontró con su tío Raimundo, señor de la ciudad, con el que entabló una relación muy estrecha, que despertó las sospechas de Luis VII. Debido a los rumores de infidelidad de la reina, Luis VII la obligó a que la acompañara en la campaña que emprendió contra Damasco y Jerusalén, donde resultó ser un profundo fracaso. Durante la campaña, la reina fue testigo de los horrores a los que fueron sometidos los soldados y los peregrinos, algo que le impactó enormemente.

Después, la pareja real emprendió el regreso mediante dos navíos distintos. El trayecto estuvo lleno de percances: el barco en el que viajaba Leonor fue primero atacado por los Bizantinos y después una tormenta fue la causa de su pérdida de rumbo, por lo que no llegó hasta Sicilia hasta pasados dos meses. En ese instante la relación estaba ya muy deteriorada. Leonor pidió la anulación de su matrimonio alegando la consanguinidad que les unía. Leonor y Luis eran parientes en cuarto grado, lo que les situaba dentro de los márgenes del incesto según el Derecho Canónico.

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El Papa Eugenio III intentó conciliarlos organizando una nueva ceremonia de matrimonio, seguida de una noche de bodas de la que nacería su segunda hija. Sin embargo, todos los esfuerzos resultaron vanos y la situación empeoró aún más cuando Enrique Plantaguenet comenzó a hacerle la corte abiertamente. Ella se sintió atraída por la cultura y la virilidad de Enrique, hijo de Godofredo de Anjou, duque de Normandia, y de Matilde, hija y heredera del rey Enrique I de Inglaterra.

En 1152, ante un concilio reunido en Beaugency, volvió a solicitarse el divorcio, parece que esta vez por iniciativa de Luis VII. Leonor fue repudiada bajo pretexto de consanguinidad, pero la supuesta escasa fertilidad de la reina, la falta de herederos varones, y probablemente el comportamiento escandaloso de ésta, a la que se atribuía una relación con el senescal de Francia, Geoffroy de Anjou, fueron las causas reales del divorcio.

El anuncio del divorcio de Leonor de Aquitania fue un escándalo en el mundo cristiano, tanto más porque al fallecer Godofredo de Anjou en 1151, Enrique se convertía en el futuro rey de Inglaterra. Se sabe además que Leonor había tenido una relación íntima con Godofredo antes de enamorarse de Enrique.


Reina de Inglaterra

Se casaron en mayo de 1152 y dos años después el duque subió al trono de Inglaterra como Enrique II. En el momento de su matrimonio, Leonor tenía 29 años y su marido, 18. Enrique era hombre amante de las letras y, bajo la influencia de su esposa, la cultura occitana se extendió por sus territorios continentales e insulares. En Inglaterra, la reina protegió a los escribanos que recogían la historia popular. De este matrimonio Leonor tuvo ocho hijos. Su primogénito, Guillermo, murió siendo un niño. Su segundo hijo, Enrique el Joven, nació en 1155. Ricardo, su favorito, en 1157, y Geoffrey, el cuarto de sus hijos varones, en 1158. En los primeros cinco años de matrimonio dio a luz además a una hija y, en la década de los sesenta, a dos hijas más; su hijo menor, Juan, nació en 1166, cuando María tenía cerca de 45 años. Tan frecuentes maternidades no alteraron la actividad política de la reina que, en los primeros años del reinado de Enrique II, se ocupó de la regencia de Inglaterra durante las largas estancias de su marido en el continente.

Gracias a esta unión, la cultura occitana se extendió por Anjou, Normandía e Inglaterra. Los dominios de este Imperio angevino abarcaban desde Irlanda y el norte de Inglaterra hasta los Pirineos. Lo primero que hizo el nuevo rey fue restablecer el orden en Inglaterra, asolada por la guerra civil que había estallado a la muerte de su abuelo Enrique I en 1135. Sin embargo, Leonor se interesó más por los asuntos de su tierra natal, en donde los barones feudales se rebelaban constantemente. Con el objeto de acrecentar su poder y reconciliarse con la burguesía de la región, concedió cartas de libertad a diversas ciudades. También ordenó la construcción de numerosos edificios y convirtió a Poitiers en una corte de gran fama.

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En 1167, y después de que la relación entre Leonor y el rey se enfriara, ambos acordaron separarse. El periodo que siguió (1168-1173) fue el de la llamada «Corte del Amor», donde Leonor y su hija María de champaña fomentaron las ideas de los trovadores y trobairitz, la caballería y el amor cortes. Allí acudieron los mejores poetas y músicos del reino, entre los que destacó Bernard de Ventadour.

En 1170, forzado por las exigencias de los príncipes, Enrique tuvo que efectuar el reparto de su herencia: asoció a su hijo favorito, Enrique el Joven, al trono de Inglaterra, declarándole además heredero de los ducados de Normandía y de los condados de Mans y Anjou. Ricardo recibió la herencia de los estados patrimoniales de su madre. Geoffroy, casado con la condesa de Bretaña, heredaría este condado. Al menor Juan, Enrique II le dejó el condado de Mortain, que constituía tan exigua herencia, en comparación con la de sus hermanos, que recibió el sobrenombre de Juan sin Tierra.


Las rebeliones contra Enrique II

El papel de la amante de Enrique II, la «Bella Rosamunda», y un conflicto entre Enrique y su hijo homónimo provocaron el enfrentamiento definitivo entre los conyuges. En 1173, Leonor alentó una rebelión de sus hijos Enrique, Ricardo y Juan contra su padre. Enrique II reprimió la rebelión y capturó a Leono mientras esta, vestida de hombre, intentaba obtener el refugio del rey de Francia, su exmarido. A Leonor la hizo confinar en el castillo de Chinon, donde la mantuvo bajo estrecha vigilancia hasta su muerte en 1189. El nuevo rey de Inglaterra, Ricardo Corazón de León, es su hijo. El heredero al trono, Enrique el Joven, había muerto en 1183 y al no dejar clara la sucesión al trono, Leonor preparó la entronización de Ricardo en la abadía de Westmister.

Con casi setenta años, Leonor retomó las riendas de la actividad política y, durante la tercera cruzada, en la que participó Ricardo, Leonor se quedó como regente de Inglaterra y trabajó para afianzar el poder de su hijo, disputado por su hermano Juan sin Tierra. Juan se había aliado con el rey Felipe Augusto de Francia, ansioso por ampliar su poder a expensas de los dominios de los Plantagenet en el continente. En el año 1194, Leonor partió a la cabeza de una enorme guarnición para liberar a su hijo Ricardo, que había caído prisionero del Duque de Austria en Viena, y regresó con el triunfante a Inglaterra.

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La mediación de Leonor procuró la reconciliación entre los dos hermanos y entonces pudo la anciana reina retirarse a la abadía de Fontevrault, a la que la unían fuertes lazos de patronazgo, cuando contaba ya más de 70 años. Cinco años después salió de su retiro nuevamente para ayudar a Juan sin Tierra a ocupar el trono de Inglaterra tras la muerte de Ricardo, garantizándole la lealtad del ducado de Aquitania y deshaciendo las intrigas de su nieto Arturo de Bretaña, hijo póstumo de Geoffrey y pretendiente al trono de Inglaterra. Juan se convirtió en rey en 1199. Al año siguiente, Leonor realizó su última intervención política cuando viajó a Castilla para concertar el matrimonio entre su nieta Blanca, hija de Leonor de Inglaterra, y Alfonso VIII, y el heredero del trono francés. Este matrimonio suponía una garantía de una paz duradera entre Francia e Inglaterra.

La duquesa de Aquitanía murió el 31 de marzo de 1204, a los ochenta y dos años de edad, en la abadía de Fontevrault, donde se había retirado de su agitada vida. Allí fue enterrada junto con Enrique II y Ricardo Corazón de León. Poco después, Aquitania fue anexionada al reino de Francia por Felipe Augusto.


El valor estratégico de Leonor

El valor estratégico de Laonor no se mide en su capacidad militar, sino en el arte de forjar alianzas a través de linajes de sangre. Si se ven las relaciones de sus diez hijos, se puede admirar la habilidad que tuvo Leonor en su momento.

Las dos hijas que tuvo con Luis VII de Francia:

  • Alix se casó con el conde de Blois.
  • María se casó con el conde Champaña, fue la madre de la emperatriz de Constantinopla, esposa de Balduino I.
  • Con Enrique II tuvo cinco hijos y tres hijas:
  • Matilde fue duquesa de Sajonia y Baviera y madre de Oton IV, emperador del Sacro Imperio.
  • Leonor se casó con Alfonso VIII de Castilla y fue la madre de un rey y cuatro reinas.
  • Juana fue reina de Sicilia.
  • Guillermo fue conde de Poitiers.
  • Enrique el Joven fue rey de Inglaterra.
  • Ricardo I, Corazón de León, fue rey de Inglaterra.
  • Godofredo II fue el duque de Bretaña.
  • Juan I, Sin Tierra, Fue también rey de Inglaterra.

El Amor Cortés

El «amor cortés» es un concepto literario creado en la Europa mediaval que expresaba el amor de forma noble, sincera y caballeresca, y que se origina en la poesía lírica en lengua occitana. El trovador, poeta provenzal de condición noble y más respetada que los juglares, era la figura destacada en este tema.

Llegó a convertirse en un código de conducta con el que, a través de ciertas reglas elaboradas por los trovadores, se definía de manera estricta el modo de comportarse y, en general, las relaciones, fingidas y/o reales, entre los enamorados de las cortes nobiliarias y regias europeas durante la Edad Media. Ligado con las normas caballerescas, el amor cortés se convirtió en un juego practicado de manera habitual en las cortes occidentales que supuso un tema recurrente de la llamada poesía trovadoresca y fue la causa del nacimiento de una de las manifestaciones literarias y musicales más destacadas de la cultura bajo-medieval.

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La mujer es la domnami donsmidons o senhor, a la que se rinde toda pleitesía, vasallaje e incluso un verdadero culto para procurar sus favores (es el galardónprol o ben de las cantigas de amor gallego-portuguesas). Así las cosas, la mujer es el motor al mismo tiempo que el objeto de todos los desvelos del caballero. La dama es libre (sin las ataduras legales del matrimonio), se idolatra hasta el sacrilegio (tal y como se verá en los cancioneros castellanos del final del Medievo) y se sublima desde un punto de vista social. Sus virtudes animan ese sentimiento de amor perfecto, del fin amors, que se muestra como una perfecta paradoja, porque en él se mezclan como nunca gozo y dolorjoi y douleur (ahí radica la base de una figura fundamental en la retórica trovadoresca de todo el Medievo, el oxýmoron o paradoja).

Los rasgos que caracterizan el amor cortes son los siguientes:

  • Es una relación amorosa de sometimiento absoluto.
  • La mujer es idealizada hasta el extremo y pasa a ser la midons de la poesía occitana o la señor de la poesía castellana y senhor de la gallego-portuguesa.
  • La relación es tortuosa, pues la dama es dura y rechaza con frecuencia la corte amorosa del poeta.
  • También hay placer e incluso, puede darse la presencia de relaciones carnales intensas o de una pasión de tipo puramente sexual, aunque siempre se nos darán a conocer de forma tamizada. El poeta pretende hacerse no sólo con el cor (corazón) sino con el cors (cuerpo) de la mujer.
  • Si el amante pretende algo o lo ha logrado debe mantener el más profundo silencio; su ruptura traerá el rechazo de la amada cuando no la tragedia, como se desprende de varios ejemplos de la novela sentimental.
  • La manera de comunicarse con la dama ha de ser a través de señales: prendas, motivos, colores, motes poéticos u otras señales.
  • Origen cortesano de la Dama, ella reside y se encuentra en un lugar físico determinado.
  • La amada es siempre distante, admirable y un compendio de perfecciones físicas y morales.
  • El estado amoroso, por transposición al amor de las emociones e imaginería religiosas, es una especie de estado de gracia que ennoblece a quien lo practica.
  • El enamorado puede llegar a la comunicación, con su inaccesible señora, después de una progresión de estados: suspirante (fenhedor, en occitano), suplicante (precador), oyente (entendedor) y amante (drut).
  • Se trata, frecuentemente, de un amor adúltero. Por lo tanto, el poeta oculta el objeto de su amor, sustituyendo el nombre de la amada por una palabra clave (senhal) o seudónimo poético.

La figura de Leonor y su importancia

Leonor de Aquitania fue una mujer excepcional en todos los sentidos: era hermosa, inteligente, elegante, culta, valiente y nunca se echó atrás en sus convicciones y ambiciones políticas. En su época dio una rara avis por su leyenda escandalosa, por su adulterio, promiscuidad, divorcio y sensualidad y, según constatan los especialistas, importaba muy poco que el adulterio y el resto de las acusaciones de las que fue objeto fueran ciertas o no.

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Fue una reina cultivada que opuso la delicadeza de la cultura occitana a la brutalidad de las costumbres reinantes en otras cortes. Fue también una persona de gran carácter que defendió la valía de la mujer y no se dejó imponer por la superioridad masculina; una mujer que protestaba abiertamente, incluso ante el papa y los soberanos, si consideraba que no la trataban con suficiente deferencia.

A pesar de las críticas que recibió por sus actos, asumió siempre las consecuencias de sus decisiones y luchó incansablemente por afianzar el poder de sus hijos. Loenor fue, en definitiva, una figura clave en su época y gobernó sus dominios con más sabiduría que sus coetáneos varones. Uno de los cronistas de su tiempo la definió como «un mujer incomparable» y no en vano ha sido objeto de innumerables recreaciones literarias, teatrales y cinematográficas.


Bibliografía

Enciclonet Historia National Geograpich

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